El tercer sector en el Mobile World Congress

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Artículo de opinión de Borja Ramon Beamonte, gestor TIC de la Fundació

La visita anual al MWC es la entrada al reino de las hadas, volar en business al País de Nunca Jamás. Salas y salas de trastos e ingenios. Stands atendidos por jóvenes de amplias sonrisas insobornables y amables CEOs de compañías que desbordan inteligencia y soluciones avanzadas. 5G y 6G, móviles plegables, AI generativa, drones aerotaxis. Visitas inmersivas a mundos imaginarios, a paisajes exóticos oa unos barrios de Barcelona embadurnados de elementos virtuales. Pantallas rellenas de datos, comerciales de colores brillantes. Con respuestas disruptoras, como la generación de energía a partir del suelo que pisas, camas de papel para las emergencias sanitarias, fabricación de bioplásticos no contaminantes , exoesqueletos que permiten andar personas imposibilitadas.

Los jóvenes sonrientes y sus amables CEOs no están allí para colorear la escena, han venido con objetivos concretos. Charlan y cuentan, responden preguntas, barren los alrededores de los stands con miradas rápidas y deslizantes que pretenden ser no intimidatorias, vislumbrando oportunidades entre los visitantes curiosos. Puedes distinguir el molde de dónde han salido estos centinelas –ingenierías o marketing, tecnología o ventas– por la incomodidad que rezuman en la búsqueda del imprevisible comprador o simple paseante.

Con o sin incomodidad, todos los representantes de las más de 2.400 empresas en el MWC 2023 tienen algo en común: llegan listos para vender. Todas sus propuestas son en la actualidad soluciones empaquetadas, parte de un proceso de negocio diseñado, medido, contrastado y operativo. Buscan, con mayor o menor acierto, el encaje en una ecología de respuestas rápidas y eficientes, engancharse lo más cerca posible del frente de una industria que deja sin mirar atrás a quienes equivocan su planteamiento, no importa cuál sea la magia de las expectativas que despertaron o el umbral extremo de la tecnología que relatan. Funciones, o no.

¿Y el geek del Tercer Sector? ¿Cómo se aproxima a alguien desde las fundaciones?

De alguna manera, todo el entramado de alrededor te transmite una cierta exclusión de la mesa de juegos, como si aquello no fuera por ti. No parece que seas del todo parte de la ecuación necesidad-respuesta-tecnología en la que se mueven con tanta comodidad el resto de jugadores. No por carencia de necesidades, ciertamente, ni la imposibilidad de recibir respuestas por parte de la tecnología. ¡Ah! Claro: el dinero. Si la vista del MWC es la tecnología, el ferum es el del dinero, y, de eso, el Tercer Sector, pues… subvenciones y ayudas.

De hecho, en 2023 la Mesa de entidades del Tercer Sector Social de Cataluña también desplegó –como nos ofrece cada año– un programa de actividades en el Mobile World Congress; y dispuso también de un espacio en el stand de la Fundación Mobile World Capital Barcelona, que es de mucho agradecer.

Hay que felicitar al M4Social –el proyecto de digitalización de la Mesa– por el nivel alcanzado en la organización, un evento ejecutado con valores de producción bastante elevados, que nada debe envidiar a los que se podían vislumbrar en los espacios circundantes. Éste es un hito conseguido.

Estamos sin duda con una organización a la altura de participantes y asistentes y con una fuerte presencia de cargos de diferentes administraciones. Y también de los proyectos presentados : interesantes, estimulantes, imaginativos, con gran potencia y capacidad de incidir en la mejora de la calidad de vida de las personas en general, y de las situaciones de exclusión social en particular.

Estamos incluyendo experiencias internacionales, iniciativas punteras de las administraciones y presentaciones de algunos de los grandes players que acompañan a la pléyade de pequeños y medianas entidades a la luz de sus RSC, y aportan conocimiento, metodologías y apoyo.

Y, sin embargo, la idea de no acabar de encajar en el paisaje circundante persiste.

Es paradójico: una de las ediciones que comulgan más pesos pesados, con anuncios de renovaciones tecnológicas, de iniciativas disruptivas y de experiencias firmes y consolidadas, de aportaciones internacionales de alto valor, y la expectativa de líneas de financiación de proyectos , gracias a los benditos next generation que llenan la cartera… y sigue sin aparecer la sensación de ser un comprador más.

¿Qué hace que no te sientas? ¿Y por qué? Algunos insights:

  • Entre los proyectos presentados, buena parte corresponde a iniciativas de la Administración y el resto a grandes entidades. Ninguna experiencia de entidades pequeñas, que han desaparecido de los paneles.
  • En el reparto de next generation , se enfatiza la aplicación a la mejora de equipamientos de la propia administración ( Transformación digital y Fondo Next Generation TIC en Derechos Sociales )
  • La Presidenta de la Mesa, Dª. Francina Alsina, destacaba – una vez más – la incidencia de la brecha digital , que – es de prever – puede acelerarse con la digitalización y la presencia de la AI en la implementación de los nuevos servicios que por el momento no tiene respuesta.

Las empresas apuestan y encajan sus necesidades y respuestas en el círculo virtuoso del desarrollo tecnológico, conscientes de que los errores las condenan al fracaso ya empezar de nuevo, o incluso a ni siquiera poder empezar. El éxito es el acierto en la elección del producto o servicio, y se mide en el nivel de ventas a su público. Éstas repercuten en inversiones, compras por parte de los grandes actores, rondas de financiación. Que no es, por supuesto, el caso del Tercer Sector.

¿Y cuál es nuestro caso? Como actores que complementan y completan la acción de la Administración para con los colectivos desfavorecidos, el estatus de las entidades como consumidores es, como mínimo, confuso. Viene determinada por una normativa estricta, una relación vertical, la documentación profusa de todos sus procesos.

No somos compradores, sino usuarios de una ventanilla única. No existe alternativa a la Administración; es nuestro partner obligado, así que nos vemos abocados a aceptar lo que nos pidan y ofrecen. Al mismo tiempo, esto tampoco ayuda a la propia Administración a replantearse la forma de trabajar, a reenfocar la relación con las entidades, ni valorar de forma adecuada lo que hacemos o dejamos de hacer. No trabajamos por alcanzar niveles óptimos de funcionamiento, sino por funcionar, desarrollar la misión que tenemos asignada.

Esto sólo se puede conseguir midiendo nuestro impacto, valorando la eficacia de los modelos de intervención implementados y, sólo entonces, descargando la tecnología óptima para conseguirlo.

Mientras estos parámetros de funcionamiento no cambien, las entidades estamos abocadas a depender de las decisiones de terceros, ya visitar la tierra de las hadas como invitados de piedra.

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